martes, 6 de marzo de 2012

EL PAVO DE NAVIDAD (Segundo premio de relatos navideños)


El año pasado ocurrió una historia que merece ser recordada, ya que indica que los bienes materiales no son lo más importante, en la vida, ni tampoco las apariencias sino el espíritu de compartir que tenga cada uno, por poco que sea. 

Sucedió así :
Era el día de Nochebuena y en una casa cualquiera, jugaba Daniel al ordenador aprovechando que eran las vacaciones de Navidad y no había clase.

Ese día sus abuelos paternos comerían en su casa, por lo que la madre de Daniel estaba muy nerviosa y atareada .Quería que todo saliese bien , por eso encargó a su marido que averiguase la comida que más le gustaba a sus invitados, resultó ser el pavo.

Sus suegros eran unas personas muy refinadas y les había ido bastante bien en la vida, así que se podría decir que eran bastante pudientes y acostumbrados a tener en la nevera todo tipo de “delicatessen”. Ella temía no estar a la altura esa noche tan señalada. Pensando que lo mejor era comprar el pavo a última hora para que fuera más grande y fresco, decidió mandar a Daniel, para no perder tiempo en la cocina, ya tenía trece años y su madre lo veía lo bastante responsable para encomendarle ciertas tareas domésticas:

-Daniel hijo ¿qué estás haciendo?

-Jugando al ordenador mami- respondió alegremente Daniel.

-Tienes que ir a los grandes almacenes -ordenó dulcemente- he dejado encargado el mejor pavo que tuvieran y ya es hora de ir a recogerlo.

-Muy bien, no te preocupes, voy enseguida

-¡Pero espera hombre¡ toma el dinero, supongo que será caro y nadie te lo va a regalar, guárdatelo bien en el bolsillo para que no se te pierda.

Daniel salió a la calle con su dinero, pensando que siempre era un buen momento para ayudar a su madre, se sentía orgulloso de que le hubiera confiado una tarea tan importante ¡¡dejar al pavo en sus manos¡¡

Lo primero que vio al cruzar de acera fue a un mendigo que estaba pidiendo. Le impresionó mucho lo mayor que era, el estado en que tenía las piernas, llenas de manchas rojas a causa de la mala circulación y lo sucio y harapiento que estaba. Pensó que estaría muerto de frío con toda esa ropa tan rota y llena de agujeros por todas partes, así que no se lo pensó dos veces y le ofreció la mayor parte del dinero que su madre le había dado para el pavo. Se quedó asombrado al ver la cara de alegría e ilusión que puso el mendigo, no pudo evitar pensar en la que pondría su madre al saber lo que había hecho.

Al llegar a la calle de los grandes almacenes se encontró a un niño que había perdido el dinero que su madre le había dado para comprar plátanos, tenía que hacer la papilla de frutas a su hermano pequeño. Daniel lo vio llorando tan desconsoladamente que pensó que nadie merecía un berrinche de ese tamaño por tan poca cosa, así que le dio lo que necesitaba. Al niño se le iluminó la cara y se lo agradeció tanto que le regaló su mejor chapa, a Daniel le pareció que era preciosa.

Cuando llegó a la carnicería de los grandes almacenes, se dio cuenta de que no tenía suficiente dinero para comprar el pavo y su madre se enfadaría con él. Muchas ideas se le pasaron por la cabeza : ponerse a llorar por si alguien le daba algo, inventarse que lo habían atracado en la esquina, decir que el carnicero lo había vendido ya, comprar otro más pequeño......No podía evitar pensar en la expresión de su madre cuando se presentase con el pavo más desplumado que había en la tienda.

Asustado por la reprimenda, se puso a pedir dinero a todo el que pasaba pero como nadie le prestaba la más mínima atención, se resignó. Se le ocurrió otra idea. Se puso en medio de la calle a cantar villancicos pero lo único que consiguió fueron unos céntimos, así que tuvo que volver a su casa con lo único que pudo comprar, un chorizo y un kilo de filetes de pollo.

Cuando su madre vio “el gran pavo” que había traido le echó una reprimenda descomunal , se le ponían los pelos de punta sólo pensar en lo que dirían sus suegros. Se enfadó tanto que durante un buen rato solo se oían gritos:

-¡¡Ay Dios mío de mi vida, qué pensarán ¡¡¡

-¡¡qué vergüenza más espantosa¡¡

-¡¡todo el mundo reservando lo mejor para esta noche y yo tendré que conformarme con unos simples filetes de pollo¡¡¡

-¿dónde voy yo a estas a horas a comprar un pavo?

Daniel se refugió en su cuarto, estaba triste por el sofocón tan grande que tenía su madre, él pensaba que era muy buena y que sólo pretendía que todos disfrutaran de la cena. Pronto su tristeza cambió por alegría al recordar la cara de satisfacción del mendigo, la ilusión y agradecimiento del niño que perdió su dinero y la preciosa chapa que tenía en el bolsillo.

A la hora acordada llegaron los abuelos y después de que todos se saludaran con cariño se pusieron a comer. Comieron algo de queso y jamón del bueno que trajeron los abuelos. Nadie quería comer en abundancia pues querían reservarse para el plato principal. Ese gran y condimentado pavo.

Cuando terminaron los aperitivos, Daniel contó lo que había pasado con el pavo y no tuvieron más remedio que sacar el chorizo y un gran plato de filetes empanados, a los abuelos les pareció deliciosos y no echaron de menos el gran pavo que esperaban.

Al terminar la cena, todos se reunieron en el salón y comenzaron a charlar alegremente y a cantar villancicos. Nadie se acordó más del famoso pavo, eso sí , la digestión fue de los más ligera y suave y por supuesto esa Nochebuena a nadie le dio un cólico.

¡Y es que el Espíritu Navideño consiste en la alegría, la paz y el amor! No en los bienes materiales , como dice el refrán “No es oro todo lo que reluce”. A veces el verdadero oro está en el fondo de nuestros corazones, sólo hay que dejarlo brillar.


ANDRÉS GALLARDO JARAMAGO, 2ºA 

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